En el pequeño pueblo de San Jordi nos encontramos el día 17 de Junio por la tarde los dos grupos de amigos que acudimos a la excursión: Angel y Pilar, que vinieron de Tarragona y Jesús, Paloma, Adela, Charo y yo, más nuestra Clarina, ¡claro! que fuimos desde Madrid.
Sobre la casa rural en que nos alojamos hubo disparidad de opiniones: a unos les pareció preciosa y a otros horrenda...pero a todos nos encantó la cocina, con su mesa grande y redonda, idónea para disfrutar de amenas sobremesas.

Sábado, 20. Después de un estupendo desayuno con mermelada y bizcocho de Charo, cogemos los coches para visitar los pueblos de la región: Morella, Mirambel, Cantavieja, Iglesuela del Cid y Ares del Maestre. Una vez rebasada la desviación a San Mateo el paisaje se encrespa y la carretera se vuelve sinuosa, nos acercamos al Alto Maestrazgo: olivos, encinas, bancales con pequeñas huertas...bien podríamos decir que esta zona constituye la quintaesencia del paisaje ibérico.
Morella aparece a nuestra vista enclavada en una enorme muela, y rodeada por una muralla medieval. Es un pueblo lleno de encanto, da gusto pasear por sus calles peatonales llenas de pequeñas tiendas que tientan a comprar sus productos artesanales.
Visitamos la Basílica Arciprestal de Santa María la Mayor, edificio gótico de los S. XIII y XIV con una espectacular escalera de caracol que lleva al coro. Jesús nos sacó esta foto en la bella portada de los apóstoles.



Nuestro siguiente destino fue Mirambel, en el Maestrazgo turolense. Nos llamó la atención lo desiertas que estaban sus calles y lo bien consevadas y restauradas que estaban su muralla y casonas con portalones dovelados y vetustas rejas de hierro forjado además de llamativos aleros. Mirambel es como una reliquia -monumental reliquia de otra vida y otro tiempo.
Toda esta comarca
fue reconquistada en el siglo XI e incorporada a la corona por el rey
Alfonso II de Aragón. Lástima que un encierro, con motivo de las
fiestas locales, nos impidiera disfrutar de la belleza de su plaza
mayor, porticada y flanqueada con notables edificios góticos de los
siglos XIV y XV.
Ante semejante
algarabía y aficionados como somos a unos ambientes más tranquilos,
tiempo nos faltó para abandonar con cierta premura el pueblo.
Nuestro siguiente
destino, Iglesuela del Cid; para nada se correspondesu nombre
– iglesuela, pequeña iglesia- con la magnitud del edificio y la
esbelted y altura de su torre campanario. Caprichos de la toponimia a
un lado, el viejo caserío de su población se apiña, abigarrado,
alrededor del templo, situado todo él en un pequeño valle plano con
un apacible entorno de fértiles huertas.
Como última etapa, Ares del Maestre, ya en tierras de Castellón. Visitar Ares es asomarse a un balcón desde su “muela”, la “Muela de Ares”, imponente roca caliza que domina todo el Alto Maestrazgo
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