Fue, éste, un viaje- entre el 11 y el 15 de Mayo- de cultivo
de la amistad, algo así como un buen riego, una bella experiencia humana. Las
tierras que recorrimos fueron como el argumento de esa experiencia, de ese
reencuentro.
Así que vamos a hablar de una relación humana en tierras
bellas y cordiales
En Antequera nos juntamos una docena de amigos, venidos de
sitios distintos. De Madrid: Jesús C. y Paloma, sabios organizadores; y, por
orden alfabético, Alicia, con su dulce castellano-colombiano, Ana, Carmen,
Charo, Jesús V, y Pepa. De Alemania, Verónica y Wolfgang, que, al venir a acompañarnos,
nos ayudan a valorar lo nuestro. Y de Tarragona Pilar y Ángel, el que escribe.
Y nos aposentamos en el Hotel “Fuente del Sol”-bonito nombre-
en pleno campo, en una amable montuosidad, bajo un bello circo de montañas.
Disfrutamos del reencuentro y nos pusimos a seguir, con
talante flexible, el argumento de visitas ideado por nuestros organizadores.
Los tres dólmenes de las afueras de Antequera, Patrimonio
Mundial de la Unesco en 2016, es lo que primero visitamos, guiados por el joven
Ricardo, amable, sabedor y de un particular decir andaluz: el Dolmen del
Romeral, el de Vieira y especialmente el de la cueva de Menga, del que nos
sorprendió el espléndido pozo de más de 19 metros de hondo, que se descubrió en
2005, acaso obra de los romanos, y en cuya base, en un poco de agua, brilla la
luz. Esta visita nos hizo viajar a remotos tiempos y admirar los trabajos que
hubieron de hacer aquellos hombres, que actuaban en conjunto, con una
organización.
Desde allí vimos la llamada “Peña de los Enamorados” o “ La
cabeza del indio”, cuya cima puede verse como el perfil de una persona tumbada.
Dicen las leyendas que, desde lo alto de la peña, se tiraron dos enamorados
para no caer en manos de sus perseguidores que se oponían a su amor…
Nos llevó luego Ricardo a recorrer la ciudad de Antequera,
llena de iglesias, más de 30. La Virgen de los Remedios es la patrona pero la
más notable es, nos dijo Ricardo, la Iglesia del Carmen, maravilla del barroco
con un magnífico retablo de madera, de pino
blanca, coloreada con el tiempo
y así la vimos, de color rojito.
Notable es también la Alcazaba desde la que se divisa una
amplia vista de la feraz vega antequerana.
Por la tarde, salimos de Antequera y llegamos a la Laguna de
Fuente de Piedra, donde nos reunimos con Damián, otro joven y agradable guía, Damián,
muy deseoso de que viéramos bien aquellas bellas lagunas tan pobladas de
vistosos flamencos, para lo que nos prestó todos los prismáticos que pudo. Nos
fue llevando de un lado a otro de las lagunas con buenas y sabrosas
explicaciones sobre las distintas aves. ¡Qué gusto ver a los flamencos caminar
sobre el agua, con qué pausada elegancia!
Al día siguiente, yendo hacia el pueblo de Zuheros, hicimos
un recorrido por el campo malagueño cordobés, lleno de montuosidades pobladas
de olivos. Zuheros, ya en Córdoba, es un bello pueblo, todo blanco con tejados
marrones, que sube entre peñas hasta la base de un torreón erigido sobre una agreste
roca.
Yendo a Priego de Córdoba desde Zuheros, paramos a comer, de
picoteo, en una especie de mesón en el camino. Es ésta la tierra del salmorejo,
que en Antequera lo llaman la porra, ¿para variar? Graciosa fue la palabra remojao para designar una ensalada.
Pero es la Iglesia de la Asunción lo que más impresiona: de
un hermoso barroco, columnas, arcos y
techos en bello color blanco y, dentro
de esta iglesia, la capilla del Sagrario es una maravilla del barroco- no
recuerdo uno igual-: se eleva en una preciosa cúpula abovedada, impresionante,
de un blanco que resplandece.
Y, cuando ya nos íbamos, presenciamos
el desfile de varios grupos con tambores y trompetas, uniformes vistosos,
preludio, parece, de una procesión que vimos anunciada.
Al otro día fuimos al Torcal
de Antequera, conjunto de peñas que forman espacios curiosos, interesantes y,
a veces, sus formas recuerdan las de algún animal. Hay que verlo, pasearlo.
Nosotros, particularmente, disfrutamos de la ilustración que nos dieron las
interesantes explicaciones que Charo hacía sobre la marcha, Charo y Jesús.
Por la tarde, visitamos Archidona, cerca de Antequera, que
tiene una Plaza Ochavada muy notable, con vivos nidos bajo los tejados, a los
que van y vienen los pajaritos. Y, curioso, hay un convento de monjas de
clausura, llamadas mínimas, que
venden dulces a través del torno.
Terminamos el día tomando algo en el Parador de Antequera con
una bonita puesta de sol.
Bueno, cosas bonitas e interesantes. La gente simpática y
amable: nosotros, Pilar y Ángel, no teníamos, el día del regreso, donde dejar las maletas en Antequera
hasta la tarde en que salía nuestro AVE y en el hotel, el Director, puso a
nuestra disposición la tienda de su madre en la ciudad, que por nosotros cerró
más tarde esa mañana.
Y nos despedimos con el sentimiento de haber regado bien
nuestra bella amistad, de dejarla bien floreciente.
18
de mayo de 2018
Ángel